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Emprendiendo la senda del crecimiento


La pasada semana, podíamos leer en la prensa como España creció, por primera vez desde 1996, por debajo de la media de la zona euro. Éste es el último de los datos que nos confirman que el país está estancado, y que pierde presencia y competitividad a nivel internacional. Esto me ha servido para realizar una breve reflexión sobre la necesidad de España de reconvertirse, y de hacerlo sobre la base de la creación de nuevos negocios.

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Estresando al estresado (y al que estaba tranquilo)


El pasado martes, la ministra Elena Salgado intentaba por enésima vez calmar a los mercados en los relativo a España, proclamando su buen hacer y sus fuertes exigencias a las entidades financieras españolas. A este respecto, en concreto, parece ser que a los bancos españoles y, especialmente, a las cajas les van a exigir niveles más altos de core capital llegando al 8% y, en algunos casos, los de aquellas cajas que no coticen en la bolsa hasta un 10%. (…)

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Tito

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Nueva raza, nuevos conceptos


Hace unos días hablábamos sobre el emprendedor social, su visión acerca de las necesidades de la sociedad y la intención de este de modificar los procesos de producción, distribución y comercialización de manera que aquellas personas que menos valor capturaban en los modelos tradicionales fueran capaces de capturar más. Todo ello gracias a la capacidad de los propios emprendedores de crear valor mediante sus iniciativas. También dijimos que la creación de dicho valor se focalizaba en necesidades específicas del individuo y que al mismo tiempo surgían una serie de problemas tales como: la capacidad de que dicha iniciativa fuera replicable en otras localizaciones geográficas y su sostenibilidad a lo largo del tiempo.  Pero por encima de todo destacaba un problema, en este caso ético a cerca de la “rectitud” de obtener beneficios con estas iniciativas sociales.

Autores como Sáez y Pareras hablan de tres tipos de proyectos en su libro “Capitalismo 2.0”: Sin ánimo de lucro, híbridos o con ánimo de lucro. Los autores se decantan por los híbridos, aquellos que reinvierten los beneficios obtenidos en el propio proyecto evitando la dependencia del mismo de donaciones y subsidios al mismo tiempo que aumentan la capacidad del proyecto de adquirir recursos, dotándolo así de mayor potencial de crecimiento, sostenibilidad e impacto social directo. Podríamos decir que los proyectos que son desarrollados bajo la forma híbrida solucionan casi en su totalidad el problema ético.

Lo que nos interesa de verdad es la forma en que el valor creado por estas iniciativas impacta de forma directa en los “mercados objetivo” de estos emprendedores. Si el fin último es el de crear valor de manera que estas personas sean integradas en el mapa económico globalizado, las iniciativas sociales deben centrarse en proveer a estas personas con los recursos necesarios y enseñarles a mantenerlos y desarrollarlos para ser capaces de innovar e incluso de adquirir determinadas ventajas competitivas en un futuro inmediato. Para alcanzar dicho fin es necesario el desarrollo de una serie de estrategias que permitan la viabilidad y sostenibilidad de los proyectos.

La conciencia de la sociedad a cerca de la responsabilidad social ha hecho que muchas multinacionales y administraciones públicas inviertan cada vez más en proyectos orientados a satisfacer no solo sus necesidades económicas sino también a tener un impacto positivo en la sociedad, acorde con sus necesidades más colectivas. Por tanto, los emprendedores sociales deben ver esto como una oportunidad para acceder a más recursos económicos o financieros.

El concepto de Orquestación Estratégica y T-Grande – introducidos por Alejandro Ruelas Gossi – parece estar pensado para este tipo de proyectos. Con ellos lo que se busca no es la innovación sobre el producto sino la innovación en todo aquello que le rodea (T grande) y la acumulación de recursos basada en una relación interesada entre las partes (Oquestación Estratégica). Puesto que el producto que se va a distribuir y comercializar en estos mercados no va a ser en ningún caso más sofisticado que aquel presente en sus principales mercados (por grado de sofisticación de los consumidores y las infraestructuras) la única alternativa para crear valor en estas regiones pasa por innovar en aquello que rodea al producto (ya que la mera presencia de dicho producto ya crea un “valor base” para estos colectivos), y más concretamente en la forma en que se distribuye.

En este modelo de orquestación el emprendedor social y su iniciativa actuarían como agente orquestador, asociándose con grandes empresas locales o multinacionales las cuales proporcionarían, en una primera fase, tanto el capital humano cualificado como el  económico, al igual que los canales de distribución. En siguientes estadios del proyecto podríamos hablar de una simplificación de la cadena de producción (la cual muchas veces comienza en este tipo de países), diseñando una cadena más simplificada y con muchos menos costes siendo el producto obtenido de menor calidad pero manteniendo su funcionalidad (unas zapatillas simples sin innovaciones tecnológicas como la cámara de aire…) pudiendo ser comercializado en estas regiones. Con todo esto todos los agentes implicados se verían beneficiados: la multinacional mejoraría su imagen en términos de responsabilidad social y no vería dañados sus resultados anuales, el emprendedor social conseguiría la sostenibilidad y viabilidad del proyecto en el largo plazo y la creación de valor social directo, mientras que los más desfavorecidos desarrollarían una serie de habilidades y conocimientos necesarios para su integración económica. Un planteamiento estratégico parecido es el que sigue La Grameen Foundation mediante sus acuerdos con grandes multinacionales como por ejemplo Danone o Veolia Water donde abordan el problema nutricional, o con Adidas donde proporcionan calzado a aquellos que no pueden acceder a él. Recordemos que el fin de este tipo de asociaciones y alianzas es la viabilidad del proyecto, en primer lugar, y la maximización del valor creado a través del uso y desgaste mínimo de recursos, posteriormente.

Sin embargo estas iniciativas solo serán sostenibles si son reforzadas por otras, e incluso por los gobiernos e instituciones, tanto locales como internacionales, mediante subsidios, donaciones o herramientas económicas, financieras o fiscales que incentiven a las empresas implicadas a innovar tanto en diseño como en producción siendo cada vez más eficientes y competitivas. Creando poco a poco nuevos mercados e industrias y por consiguiente integrando a estos nuevos consumidores y proveedores en el marco económico global.

Álvaro

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Año 2011: la aparición de una nueva raza


Si bien la crisis económica está siendo sufrida por todas y cada una de las personas, el grado de  impacto de la misma ha sido totalmente diferente dependiendo de los contextos o ambientes en los que dichas personas se encuentran involucradas en términos de su situación económica, social o laboral. Para muchos la crisis ha supuesto la pérdida de puestos de trabajo, de recursos económicos y/o la erradicación o suspensión casi inmediata de muchas de sus aspiraciones tanto personales como profesionales. Y lo que es más grave, esta crisis ha hecho que las diferencias entre “ricos y pobres” se haya incrementado, pues los primeros han dejado de tener acceso a parte de sus recursos, pero los segundos han dejado de tener acceso a su principal, y en ocasiones única, fuente de recursos.

Este hecho (entre muchos otros) ha provocado que en la mente de muchas personas surja la necesidad de reconstruir tanto los modelos de negocio, como los procesos de producción o de distribución, en definitiva creer que es necesaria una modificación de la forma en que los distintos agentes implicados en el proceso capturan o crean valor. Estas personas son ahora conocidas como “emprendedores sociales”. Precisamente es en lo que respecta al valor donde se encuentra una de las diferencias fundamentales entre un emprendedor social y uno tradicional, ya que los primeros tratan de crearlo y compartirlo con todos los agentes involucrados en el proceso productivo y de comercialización mientras que los segundos buscan capturar la mayor cantidad de valor posible. Por tanto podemos hablar de diferentes mentalidades o perspectivas en cuanto a las consecuencias económicas de un negocio: una colectiva y otra individualista.

El emprendedor social es consciente de que las diferencias entre “ricos y pobres” antes mencionadas son mucho más importantes en aquellos países donde la situación económica o social es más precaria por lo que estos se han convertido en sus principales mercados objetivo. Pues es allí donde la necesidad de crear valor es más urgente. Muchos de los procesos de producción de las principales multinacionales comienzan en dichos países donde el acceso a recursos, tanto materiales como humanos, es más barata, sin embargo paradójicamente es en esta fase de los procesos productivos donde menos valor se captura (apenas un 7% del total). Esto hace que el emprendedor social busque permanentemente la forma en que estas personas capturen mucho más valor de manera que consigan integrarse de alguna forma en el sistema económico y global actual, incrementando considerablemente su nivel de bienestar y por consiguiente convirtiéndose en nuevas y más eficientes fuentes de competitividad o en nuevos mercados con una importante esperanza de crecimiento. Es por ello que el fin último de las iniciativas llevadas a cabo por estos emprendedores no es su propio beneficio económico sino el beneficio colectivo de las comunidades en las que desarrollan sus proyectos.

Como muestra de las iniciativas de estos emprendedores sociales y su objetivo de concienciar a la sociedad encontramos proyectos como el Grameen Bank y su modelo de micro-créditos, fundado por el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, la “Liga Masiva” y su intención de unir comunidades a través del comercio (del café en este caso) o el programa “Teach for All” el cual recluta a estudiantes de las mejores universidades americanas involucrándoles en proyectos que tienen como objetivo facilitar el acceso a una educación mejor de niños sin recursos. E incluso podemos encontrar literatura como el libro “Capitalismo 2.0” de Patricia Sáez y Luis Pareras o el ciclo de conferencias organizado por el IESE “Doing Good and Doing Well”. Todas ellas buscan solucionar los problemas sociales desde distintos ámbitos conscientes de que sería imposible hacerlo si lo enfocaran desde una perspectiva que intentara englobarlos a todos y confiando en que las iniciativas desarrolladas desde otros ámbitos refuercen la suya propia incrementando su eficacia.

Como en todo proceso de creación e implantación de una idea o modelo de negocio el emprendedor social tiene que hacer frente a diferentes problemas tanto internos como externos como la sostenibilidad de sus proyectos (lo que implica tener una visión largo-placista), pues muchos de ellos surgen sin ánimo de lucro siendo aquí donde parece crearse un dilema ético sobre la rectitud de obtener beneficios ayudando a los más desfavorecidos. O la capacidad de dichas iniciativas de ser replicadas en otras localizaciones geográficas lo cual es muy importante pues de dicha capacidad depende la posibilidad de crear más o menos valor.

Las alternativas, los problemas y más cosas a cerca de esta interesantísima figura que es el emprendedor social serán abordados en próximos post. Lo de ahora es solo una breve descripción sobre sus características y las causas que han provocado su aparición.

Álvaro

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