Si bien la crisis económica está siendo sufrida por todas y cada una de las personas, el grado de impacto de la misma ha sido totalmente diferente dependiendo de los contextos o ambientes en los que dichas personas se encuentran involucradas en términos de su situación económica, social o laboral. Para muchos la crisis ha supuesto la pérdida de puestos de trabajo, de recursos económicos y/o la erradicación o suspensión casi inmediata de muchas de sus aspiraciones tanto personales como profesionales. Y lo que es más grave, esta crisis ha hecho que las diferencias entre “ricos y pobres” se haya incrementado, pues los primeros han dejado de tener acceso a parte de sus recursos, pero los segundos han dejado de tener acceso a su principal, y en ocasiones única, fuente de recursos.
Este hecho (entre muchos otros) ha provocado que en la mente de muchas personas surja la necesidad de reconstruir tanto los modelos de negocio, como los procesos de producción o de distribución, en definitiva creer que es necesaria una modificación de la forma en que los distintos agentes implicados en el proceso capturan o crean valor. Estas personas son ahora conocidas como “emprendedores sociales”. Precisamente es en lo que respecta al valor donde se encuentra una de las diferencias fundamentales entre un emprendedor social y uno tradicional, ya que los primeros tratan de crearlo y compartirlo con todos los agentes involucrados en el proceso productivo y de comercialización mientras que los segundos buscan capturar la mayor cantidad de valor posible. Por tanto podemos hablar de diferentes mentalidades o perspectivas en cuanto a las consecuencias económicas de un negocio: una colectiva y otra individualista.
El emprendedor social es consciente de que las diferencias entre “ricos y pobres” antes mencionadas son mucho más importantes en aquellos países donde la situación económica o social es más precaria por lo que estos se han convertido en sus principales mercados objetivo. Pues es allí donde la necesidad de crear valor es más urgente. Muchos de los procesos de producción de las principales multinacionales comienzan en dichos países donde el acceso a recursos, tanto materiales como humanos, es más barata, sin embargo paradójicamente es en esta fase de los procesos productivos donde menos valor se captura (apenas un 7% del total). Esto hace que el emprendedor social busque permanentemente la forma en que estas personas capturen mucho más valor de manera que consigan integrarse de alguna forma en el sistema económico y global actual, incrementando considerablemente su nivel de bienestar y por consiguiente convirtiéndose en nuevas y más eficientes fuentes de competitividad o en nuevos mercados con una importante esperanza de crecimiento. Es por ello que el fin último de las iniciativas llevadas a cabo por estos emprendedores no es su propio beneficio económico sino el beneficio colectivo de las comunidades en las que desarrollan sus proyectos.
Como muestra de las iniciativas de estos emprendedores sociales y su objetivo de concienciar a la sociedad encontramos proyectos como el Grameen Bank y su modelo de micro-créditos, fundado por el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, la “Liga Masiva” y su intención de unir comunidades a través del comercio (del café en este caso) o el programa “Teach for All” el cual recluta a estudiantes de las mejores universidades americanas involucrándoles en proyectos que tienen como objetivo facilitar el acceso a una educación mejor de niños sin recursos. E incluso podemos encontrar literatura como el libro “Capitalismo 2.0” de Patricia Sáez y Luis Pareras o el ciclo de conferencias organizado por el IESE “Doing Good and Doing Well”. Todas ellas buscan solucionar los problemas sociales desde distintos ámbitos conscientes de que sería imposible hacerlo si lo enfocaran desde una perspectiva que intentara englobarlos a todos y confiando en que las iniciativas desarrolladas desde otros ámbitos refuercen la suya propia incrementando su eficacia.
Como en todo proceso de creación e implantación de una idea o modelo de negocio el emprendedor social tiene que hacer frente a diferentes problemas tanto internos como externos como la sostenibilidad de sus proyectos (lo que implica tener una visión largo-placista), pues muchos de ellos surgen sin ánimo de lucro siendo aquí donde parece crearse un dilema ético sobre la rectitud de obtener beneficios ayudando a los más desfavorecidos. O la capacidad de dichas iniciativas de ser replicadas en otras localizaciones geográficas lo cual es muy importante pues de dicha capacidad depende la posibilidad de crear más o menos valor.
Las alternativas, los problemas y más cosas a cerca de esta interesantísima figura que es el emprendedor social serán abordados en próximos post. Lo de ahora es solo una breve descripción sobre sus características y las causas que han provocado su aparición.
Álvaro